El niño que hay dentro

¿Y si ya se ha dado un tiempo de adaptación y su cabeza sigue andando a diferente ritmo que su cuerpo? ¿y si entre los dos no alcanzan a su corazón…?

—Que nunca se le olvide nada de lo que no quiera acordarse, pero que se acuerde de olvidar si algo no sirvió de nada. Que no pierda las pequeñas oportunidades por esperar grandes cosas que nunca acaban de llegar. Se prometía constantemente dejar de cazar gamusinos cuando acabara de observar las musarañas dentro de esta patata lisiada que le movía al ritmo de sístoles y diástoles. Este niño en su cabeza repeinada esconde el miedo… a perder su numen, a liberar su musa, a desbancar sus tiernos arrebatos en la actividad que realmente le llena. Solo quiere seguir jugando con los hechos y con las palabras… Quiere mostrar esa sonrisa y no dejarla escapar. Quiere que la evolución le lleve a no ignorar todo lo aprendido, y su mente pueda utilizarlo siempre y con un buen fin por medio de ese cuerpo, que la finalidad sea el disfrute y que la sabiduría germine, que los destellos de la luna le recuerden siempre que la oscuridad protege sus sueños, que los rayos de cada nuevo sol sirvan para dedicarse el tiempo necesario, un espacio de tiempo solo para él, diariamente. Sobretodo que su sonrisa sea para el que la necesita y para todo aquel al que no alcanza con los tentáculos de su gran músculo involuntario, que todo no dependa de la suerte en esta maraña interesada e inhumana en la que se instala su nido y sobretodo que sus alas no se rompan en pleno vuelo, con lo que cuesta regenerarlas tendría que empezar a pasar factura, pero esa criatura es incapaz.

Que no le abandone la brisa que dispersa su inquietud abrumada suavemente y le devuelva al sosiego en el que respira aliviado, en el que absorbe vida. Que no pierda el rumbo buscando el timón, que la lluvia desnude sus corazonadas y a remojo pueda leer el trasfondo. Que la transparencia sea quien apague las preguntas que le formula la vida y las respuestas sean siempre sinceras y silenciosas. Que le grite libertad el pecho mientras ama, que su aura sea la luz de un faro y que los acantilados le enseñen una forma de sortearlos cuando los enfrenta solamente con ganas de saltar al vacío, entre tanta oscuridad. Que baile su conciencia pisando fuerte el escenario de la vida, con un cuerpo tan seguro como precavido, que no pare su música. Que duerma su cuerpo en paz, su mente en calma y su corazón en buena compañía, acurrucado pero nunca oprimido. Que en el momento de la felicidad sepa celebrar el camino y la llegada porque todo es meta, y sobretodo porque no es constante sino pasajera. Que su viaje en este plano sea válido para alguien, e incómodo para nadie. Que las enemistades se evaporen, que toda amistad que le haga crecer, crezca por sí sola y en los dos sentidos por igual. Que este adulto inmaduro se convierta en especialista del buen vivir, que no se canse de guerrear entre suspiros, de perder y de ganar, de torcerse y romperse para remendarse, de ser crítico con todo, empezando y acabando en sí mismo.

¿Y qué…? —Si pide más de lo que le toca, pero no más de lo que se merece, que por pedir no sea, si el equilibrio es lo que ansía. Si le costó borrar los traumas demasiado tiempo y denuedo. Si la estabilidad que busca se camufla burlándose, irá a por ella sin dudarlo aunque encuentre un muro y tenga que derribarlo. La vida para él dejo de ser un obstáculo cuando ya había sorteado tantos que desapareció el arrojo, cuando se cansó de crecer y perecer en el intento. Cuando se creía muerto ese niño empezó a vivir de nuevo por dentro y así impulsó amor y vida hacia fuera.

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